viernes, 17 de julio de 2015

La Universidad que (NO) queremos

La Universidad de El Salvador, sujeta a un momento económico, social y cultural mundial, está dirigida actualmente  por una selección particular de personas. Amplío. En el castellano que hablamos los y las salvadoreñas usamos la palabra particular, a veces, para referirnos a alguien que es desconocido para nosotros o que no pertenece a un grupo cohesionado, por ejemplo,  por la intimidad y confianza o para referirnos a un inmueble u objeto que no está relacionado a nosotros de ninguna forma. De manera que al referirme a estos personajes como particulares no estoy usando la palabra particular para destacar a ese conjunto de personas en positivo sino para denotar la lejanía de este “grupo de lejanos”. Lejanos a los intereses construidos histórica y socialmente que están relacionados al surgimiento de y desde la universidad autónoma – pública y que se fueron convirtiendo desde principios del siglo XX en caminos y espacios de crítica al Estado. No es de interés absoluto si este grupo de personas se graduó de la UES, su objetivo es llevar (maliciosamente) a la universidad a un estado de separación con la sociedad salvadoreña, a una separación  tal, que la universidad se vuelva irreconciliable e irreconocible con la clase trabajadora. El Afán por convertir la Universidad en un espacio “competitivo” en el contexto mundial ha deshumanizado los procesos, el espíritu y la mística que tuviera la Universidad en los tiempos del conflicto armado, por ejemplo. Lo que en mi opinión fue osado y maravilloso. Y en lugar de teorizar la universidad como espacio que revela la tensión y contradicción en el sistema capitalista se busca la fórmula para ser una empresa de bienes y servicios rentable en el mercado mundial. Una maquila que produce gente que sabe hacer cosas que la gente a la que se le negó el acceso a la educación superior no puede hacer, pero aun así, graduados de la Universidad,  van a ser profesionales remunerados pesimamente, alucinados por haber alcanzado incorporarse al encantamiento de la modernidad capitalista y poder construir un país conforme con la opresión y resignado a su pequeñez, que busca el pan de hoy y no lucha por el pan para toda la vida. En ese sentido debemos recordar que no hay presente sin pasado y no hay futuro sin presente que no mire al pasado. En palabras de Teresa Matus citando a W. Benjamín debemos acercarnos al presente en un horizonte de expectativas no cumplidas del pasado. Los caminos para la crítica son posibles cuando dejamos la inmediatez propinada (como un golpe) por la velocidad en la que corre nuestra generación. Una velocidad que revela vergonzosamente nuestra desesperación idiota de olvidar el pasado lo más pronto posible.


La universidad que No queremos va a ser posible cuando la Universidad que SI queremos no sea punto de llegada sino punto de partida. No debemos dejar que nos intimiden las autoridades de la Universidad, necesitamos una articulación que haga posible la insurrección y la defensa de la dignidad como estudiantes, como hijas e hijos de trabajadores. La universidad no debe ser un trampolín como lo plantea la estúpida movilidad social enseñada  por los italianos y creída por nosotros desde el siglo XVII. Hay que leer a Fabio Castillo para darse cuenta de la gravedad del asunto, para montarnos en ese horizonte Benjaminiano de expectativas, diría yo, AUN no cumplidas del pasado, cuando en 1991 sentencio diciendo que la universidad y lxs universitarixs deben desconocer y repudiar al estudiante que, al convertirse en académico mediante el esfuerzo del pueblo y de su familia, desconoce y repudia a su familia y a su medio social avergonzándose de ellos. La movilidad superada por la movilización, la movilización del pensamiento, de la crítica, de la creación de formas otras de organizarnos para resistir y transformar la sociedad. Si la Universidad de El Salvador para cambiar requiriera una toma sin precedentes extensa cuanto tiempo fuera necesario para obligar a la renuncia de las autoridades mientras se formula una nueva ley orgánica y se instaura un nuevo gobierno universitario cien por ciento estudiantil, yo me hago responsable y participante. Ha llegado el tiempo de predicar, de buscar otros vehículos para transmitir lo que hace que en lo profundo de nuestro corazón nos hace sentir estudiantes universitarios. No esperemos la represión manifiesta para actuar, aprovechemos las condiciones y las capacidades humanas que poseemos las y los organizados para construir una alternativa combativa e indetenible. Ahora sí, hacia la libertad por la cultura.