martes, 17 de febrero de 2015

Chappie y el ser humano del renacimiento: permitiéndome una analogía.



"La libertad positiva implica también el principio de que no existe poder superior al del yo individual; que el hombre representa el centro y el fin de la vida, que el desarrollo y la realización de la individualidad constituyen un fin que no puede ser nunca subordinado a propósitos a los que se atribuye una finalidad mayor."
Erich Fromm


Esta breve anotación describe los sentimientos y desafíos del ser humano (occidental y occidentalizado) renacentista.

En condiciones de mencionar un personaje que respalde mi tesis, me ampararé en Fromm, de hecho, el epígrafe anterior es un extracto del libro que voy a comentar a continuación. En su libro El miedo a la libertad[1], Fromm hace –con éxito- un recorrido profundo aunque bastante breve, de la psicología humana para rastrear la fuente de nuestro miedo a la libertad. Al principio, con algunas dudas acerca del universo al que se proyecta Fromm (Occidente y las sociedades “occidentalizadas”) me permití observar con dureza algunos argumentos bajo los cuales el autor intenta convencer acerca del tópico de su libro. Pero fue en el capítulo dedicado a la libertad y el renacimiento cuando preste especial atención debido a la conexión que tiene el tema con el abandono de un estado de bienestar mental por un estado de desamparo existencial y toma de conciencia. Entonces, Fromm recurre a Burkhardt, a quien también Aníbal Ponce cita en su “Educación y lucha de clases” en el apartado sobre la educación del hombre en el renacimiento. Fromm –estoy parafraseando- escribe sobre el renacimiento, que la sociedad acabada de salir de la edad media no podía acostumbrarse a la idea de sobre producción, consumo o acumulación, que caracterizarían más adelante al sistema económico capitalista. En ese momento histórico de la humanidad occidental y occidentalizada, el ser humano se encontraba en una disyuntiva moral, filosófica y operativa. Durante la edad media, como nos dice Burkhardt, el ser humano estaba perfectamente seguro acerca de su posición social, su espiritualidad, su economía y la vida. No fue sino hasta el renacimiento incipiente que el ser humano despertó y sintió inseguridad acerca de su posición social y el sostenimiento de su vida. Eso, particularmente: el nacimiento de un sistema que borraba la seguridad colectiva y dibujaba un vendaval de supervivencia individual, es lo que movió al ser humano occidental al miedo a la libertad de y lo alejo más de la libertad para.
Chappie es el título de la película dirigida por  Neill Blomkamp que se estrenará en Marzo. En la película, el personaje principal es un robot con capacidad para pensar y sentir por sí mismo, que nos recuerda en varios aspectos, a un niño y, como cualquier niño, Chappie está  bajo la influencia de su entorno y deberá encontrar su camino (dice la sinopsis) en el mundo. ¿Qué tiene que ver esto con el renacimiento? En apariencia nada, sin embargo, esa expresión de individualidad que Chappie representa, en la película de Blomkamp, es el ser humano que se desdibujo desde la etapa alta del renacimiento hasta la creación del ser humano autómata o autoritario, sadomasoquista, inseguro, con miedo, marginado y a la vez borrados sus signos de individualidad. Eso es lo que el capitalismo hizo. Yo no describiría al ser humano como ser humano moderno o post moderno, con algún tono romántico y permitiéndome el estilo, digo que el ser humano post renacentista es el que ahora continúa luchando por que le devuelvan su individualidad y su seguridad en pleno siglo XXI.
Hay una línea en la película que ilustra esas aspiraciones sentidas del ser humano renacentista. En la que su creador le asegura a la máquina que podrá hacer todo lo que quiera en la vida: escribir poesía, tener ideas originales…, etc. Aquí descubrí, al compaginar palabras y el escrito de Fromm, que la individualidad, si bien no era para el ser humano medieval objeto de búsqueda y reivindicación, para el renacentista se convirtió en lo que no sabía que tenía pero de lo que había sido despojado.
En la vida cotidiana –permitiéndome pensar montado sobre las conclusiones de Fromm- la precariedad, en términos de calidad de la libertad y el miedo a ser libres, nos cobra la cuota de una vida ilusoria, vida que no es vida propia, ser que no es ser uno mismo. Durante el final del triller, Chappie dice: soy consciente, soy real, soy Chappie. Entonces, el ser humano renacentista está en condiciones muy homogéneas a las que encontramos hoy mismo en la post modernidad. Lo que hace de Chapiee una parábola actual es que hace descifrable la ausencia de individualidad que tenemos hoy en día las personas. Somos lo que otros quieren que seamos y creemos muy cándidamente que esos deseos y aspiraciones son propios. Fromm advierte sobre el seudo pensamiento, sentimientos y voluntad; la capacidad crítica del ser humano se ha remplazado por seguridad de consumo. El sistema ha creado un abanico de opciones para falsificar la seguridad frente a la inseguridad, frente al miedo, frente al aislamiento: la compañía de miles de millones que se entorpecen gustosamente frente a un televisor. Quizás es tiempo que esas aspiraciones “Chappianas” o del ser humano post renacentista, nos invadan los huesos con anhelo y desesperación. ¿Qué significa esto? Que tratemos cada día de expresar nuestro yo real. No el prefabricado, el temeroso, el cualquier cosa… Nuestra individualidad es lo que somos, es lo que nos hace, como dijo Chappie, quien somos de verdad. Allí hay anarquía.





[1] Fromm, E.(1990) El miedo a la libertad. Buenos aires: Paidos 4ta edición.

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